CAPÍTULO 31 - LAS PRIMERAS BOMBAS ---- CHAPTER 31 - THE FIRST BOMBINGS

 

─ ¿Ordena Su Excelencia alguna otra cosa? ─preguntó John comprendiendo que el encuentro se daba por concluido.

─Sí. No pierda su brújula, ni la linterna de campaña, ni lo que le acabo de entregar. Consulte siempre con el teniente coronel Edward Mahon, comandante del regimiento. Y si tiene dudas... escriba. Le aseguro que en Shimla hay tiempo para pensar, escribir…e incluso de aburrirse.

Haciendo una breve pausa, mientras sonreía ante su propio comentario, ambos se observaron un segundo en silencio.

─La guerra pondrá a prueba a muchos, mayor Hopkins. A usted, le ha tocado servir en calma de momento. Aprovéchela mientras pueda ─le aconsejó Sir Colville en un tono más paternal que militar.

El ya mayor Hopkins, saludando por última vez, dio la vuelta y, deteniéndose brevemente dijo:

─Gracias, mi teniente general, muchas gracias. No olvidaré este momento.

─Ni este despacho. Cuando regrese… nos habrá demostrado quién es usted en realidad, aunque igual yo ya no estaré aquí para verlo ─respondió Sir Colville con aire enigmático y añadió ─ah, una cosa más, mayor Hopkins… ¡Límpiese esos zapatos, por amor de Dios! ─le espetó señalando a las manchas de barro que aún eran visibles en su calzado.

 

 

“Anything else, Your Excellency?” asked John, realising the meeting had come to an end.

“Yes. Don’t lose your compass, your field torch, or what I’ve just handed you. Always consult Lieutenant Colonel Edward Mahon, the regiment’s commanding officer. And if in doubt… write. I assure you, in Shimla there’s time to think, to write… even to be bored.”

After a brief pause, during which he smiled at his own remark, the two men exchanged a silent glance.

“The war will test many, Major Hopkins. For now, you’ve been assigned a peaceful posting. Make the most of it while it lasts,” Sir Colville advised, in a tone more paternal than military.

The recently appointed Major Hopkins, saluting one last time, turned to leave. Then, pausing briefly, he said:

“Thank you, Lieutenant General. Truly. I shall not forget this moment.”

“Nor this office. When you return... you will have shown us who you truly are — though I may no longer be here to see it,” replied Sir Colville enigmatically. Then he added, “Ah, one more thing, Major Hopkins... for heaven’s sake, clean those shoes!” he barked, pointing at the splashes of mud still clinging to his footwear.