CAPÍTULO 42 - ¿YA ES NAVIDAD? ---- CHAPTER 42 - IS IT CHRISTMAS YET?

 

La sorpresa mayúscula fue cuando Paddy Padmore se presentó al mediodía con tres gigantescos gansos como regalo. Entró por la puerta de atrás, que daba directamente a la cocina, y Maggie dio un respingo del susto.

─ ¡Por amor de Dios! ¿Qué es eso? ─exclamó la cocinera cuando vio al vecino forcejeando con la puerta intentando entrar a la vez que sujetaba a las tres aves muertas.

─Son del lago. Los cacé ayer por la tarde ¿Qué te parece? ─preguntó Paddy orgulloso.

─No pretenderá que los cocine para Nochebuena ¿verdad? ─inquirió Maggie arrugando el entrecejo.

─Bueno, mi idea era que…

─ ¿Qué pasa, Maggie? ¿Qué son esas voces? ─dijo Claire entrando a la cocina alarmada ─ ¡Ah, Paddy, eres tú! ¿Qué traes ahí?

─Ya lo ve, Mrs, Hopkins. Tres hermosos gansos que cacé ayer en el estanque. Los traía para Nochebuena…

─ ¡Para Nochebuena dice! ─interrumpió Maggie ─ ¿Sabe el trabajo que da eso? ¡Sólo desplumarlos me llevaría un día entero!

─Bueno, bueno, no exageres, Maggie. Haremos una cosa, somos muchos en casa y entre todos podremos echar una mano ¿No? ─propuso Claire.

─Claro, yo mismo puedo ayudar. Tengo experiencia. Ya he desplumado más de uno…

─Siendo banquero, no deberías decir eso, Paddy ─dijo Claire con sorna. Y al decirlo se puso manos a la obra. Cogió un barreño de cinc de los que tenía Maggie a mano y puso agua a calentar.

Charlotte y Margot acudieron al oír las voces y las risas, y al entrar a la cocina se encontraron un espectáculo surrealista: Maggie, Paddy y Claire sumergiendo a los gansos muertos en agua caliente por turnos y sentándose alrededor de la enorme mesa de pino para arrancarles las plumas a las pobres aves. Entre los vapores del agua caliente y los plumones que flotaban por todas partes, se hacía difícil respirar y los estornudos iban y venían por tandas. Charlotte y Margot estallaron en un ataque de risa del que tardaron en recuperarse.

Ante tanta animación, Andrew y la pequeña Claire dejaron los juegos en los que estaban ocupados con los demás críos fuera de la casa y, curiosos, abrieron la puerta de la cocina para ver qué ocurría. Cuando vieron la delirante escena, sólo se les ocurrió preguntar extrañados:

─ ¿Ya es Navidad?  

 

The biggest surprise came when Paddy Padmore appeared at midday with three enormous geese as a gift. He entered through the back door, which led straight into the kitchen, and Maggie jumped in alarm.

“Good heavens! What on earth is that?” exclaimed the cook as she saw the neighbour struggling with the door while holding the three dead birds.

“They’re from the lake. I caught them yesterday afternoon. What do you think?” asked Paddy proudly.

“You don’t expect me to cook them for Christmas, do you?” Maggie asked, frowning.

“Well, my idea was that…”

“What’s going on, Maggie? What are those voices?” said Claire, entering the kitchen, alarmed. “Ah, Paddy, it’s you! What have you got there?”

“See for yourself, Mrs Hopkins. Three beautiful geese I caught yesterday in the pond. I brought them for Christmas…”

“For Christmas, he says!” interrupted Maggie. “Do you know how much work that is? Just plucking them would take me a whole day!”

“Now, now, don’t exaggerate, Maggie. Here’s what we’ll do: there are plenty of us in the house, so we can all lend a hand, can’t we?” proposed Claire.

“Of course, I can help myself. I’ve got experience. I’ve plucked more than one…”

“As a banker, you really shouldn’t be saying that, Paddy,” said Claire with a hint of irony. Saying so, she got to work. She took a tin basin that Maggie had to hand and began heating some water.

Charlotte and Margot came running at the sound of voices and laughter, and when they entered the kitchen, they were confronted with a surreal spectacle: Maggie, Paddy and Claire taking turns dunking the dead geese in hot water and sitting around the enormous pine table to pluck the poor birds. Amid the steam from the hot water and the floating down, it was hard to breathe, and sneezes went off in waves. Charlotte and Margot burst into laughter, from which it took them some time to recover.

Amid all the commotion, Andrew and little Claire left the games they had been playing with the other children outside the house and, curious, opened the kitchen door to see what was happening. When they saw the delirious scene, all they could think to ask, wide-eyed, was:

“Is it Christmas yet?”