CAPÍTULO 5 - SANDHURST CHAPTER 5 - SANDHURST
―Quién iba a imaginar que alguien tan activo y deportista como él iba a morir tan plácidamente mientras dormía en su cama ―era el comentario general. Y es que el admirado coronel no paraba quieto y siempre estaba explorando cuevas, o subiendo por agrestes roquedales, o agazapado a las copas de los árboles más elevados para observar a sus queridas aves.
―Desde que murió nuestro hijo, su carácter cambió. Fue un golpe muy duro para todos nosotros ―repetía su viuda.
Su funeral se celebró en la recién inaugurada capilla anglicana construida por Sir Alexander Henderson en los jardines del hotel Reina Cristina que resultó ser demasiado pequeña para un acontecimiento de tal magnitud. Las magníficas vidrieras de la capilla se estrenaron ese día. Finalmente, su cadáver fue trasladado a Gibraltar y enterrado en su catedral.
En junio, John cumpliría diecisiete años y pasado el verano podía solicitar el ingreso en la academia militar de Sandhurst. Había sido su sueño desde su más tierna infancia y se fue acrecentando tras la muerte de su padre en los Dardanelos. Para su madre, sin embargo, el pensamiento de poder perder a su hijo en una guerra de tantas como el Imperio Británico mantenía en esos años por todo el mundo, la dejaba con el rostro desencajado. De hecho, con sólo observar su mirada, Mrs. Smith podía adivinar, sin equivocarse, en qué pensaba Claire cada vez que ésta veía a los soldados españoles esperando en el muelle a embarcar para la guerra de Marruecos cuando venía a visitarla a Villa Smith. La excusa perfecta era tomar el té mientras esperaban a “los niños” volver de Gibraltar. Los mayores de los Smith de su trabajo en la consignataria, la pequeña, Lorraine, de sus lecciones de piano, y John y Charlotte del colegio. Así, James, el mayor de los Smith, daba algunas clases de conducir al “pequeño” John ante su insistencia para que su madre adquiriese un automóvil para la familia.
―Sería un gasto considerable, hijo mío —respondía cada vez que éste le hablaba del asunto —habrá que contratar a un chófer que sepa de mecánica para el mantenimiento y, además, tendríamos que construir una cochera en el jardín —argumentaba con la esperanza de que John se cansara y dejara de mencionar el tema, pero sólo conseguía el efecto contrario.
―
¡Aprenderé a conducir! —era su respuesta, haciéndola sonreír, hasta que el paso
del tiempo iba dando la razón al chico. El hecho que acabó de convencer a
Claire fue el regalo
del pueblo de Algeciras al doctor Morón, un precioso automóvil que se adquiriría
mediante una colecta popular. 
En Stampton Hills, cuando era necesario, recurrían a Mr. Parsley quien había sucumbido a la tendencia de ser propietario y conductor de un automóvil, pero en Algeciras no tenían esa posibilidad. Con el paso del tiempo, Claire claudicó y aunque prefería comprar uno pequeño, por consejo de James, el hijo mayor de los Smith acabaría comprando un Hispano-Suiza H6, igual que el suyo que había conseguido poco antes tras haberlo visto en una revista sobre la exposición del automóvil de París. Así, cada vez que Claire y sus hijos se desplazaban en su Hispano-Suiza era todo un espectáculo para el vecindario.
José Luis, el novio de María, una de las chicas del servicio de Villa Claire, que resultó ser mecánico, fue contratado como chófer de la familia en las ausencias de John las cuales, con el tiempo, serían frecuentes y prolongadas. Así, al cumplir los diecisiete y tras obtener magníficas calificaciones, John marchaba a Inglaterra para hacer el examen de ingreso en Sandhurst que aprobó con las mejores notas. Su sueño se iba cumpliendo poco a poco.
1922 began with the death of [2]Colonel Verner in his Algeciras home of Villa El Águila, which was just behind the Hotel Reina Cristina and very close to Villa Smith. All the friends of the Verners came to show their condolences: ―Who would have imagined that someone as active and athletic as he was going to die so peacefully while sleeping in his bed ―was the general comment. And the fact is that the admired colonel never stopped moving and was always exploring caves, or climbing wild rocks, or crouching in the tops of the highest trees to watch his beloved birds. ―Since our son died, his character changed. It was a very hard blow for all of us ―his widow repeated. His funeral was held in the newly opened [3] Anglican chapel built by Sir Alexander Henderson in the gardens of the Reina Cristina hotel, which turned out to be too small for such a large event. The magnificent stained glass windows in the chapel were unveiled that day. Finally, his body was taken to Gibraltar and buried in its cathedral. In June, John would have turned seventeen and after the summer he could apply to enter the military academy at Sandhurst. It had been his dream since his earliest childhood and it grew stronger after the death of his father in the Dardanelles. For his mother, however, the thought of losing her son in one of the many wars that the British Empire was waging around the world in those years left her with a disfigured face. In fact, just by observing her gaze, Mrs. Smith could guess, without a doubt, what Claire was thinking about every time she saw the Spanish soldiers waiting on the dock to embark for the war in Morocco when she came to visit her at Villa Smith. The perfect excuse was to have tea while waiting for “the kids” to return from Gibraltar. The eldest Smiths from their jobs at the shipping company, the youngest, Lorraine, from her piano lessons, and John and Charlotte from school. So James, the eldest Smith, gave “little” John some driving lessons at his insistence that his mother buy a car for the family.


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