LOS AÑOS DORADOS, CAPÍTULO 4, DE VUELTA A VILLA CLAIRE - THE GOLDEN YEARS, CHAPTER 4, BACK TO VILLA CLAIRE
As the train slowed down and entered the platforms of the Algeciras station, Claire, oblivious to the excitement of her children and Florence, became increasingly absorbed in observing everything she saw through the window of the carriage. Until a shrill, high-pitched voice woke her from the trance:
"Claire! Claire!" —it was her dear friend, Mrs. Smith, who, along with her daughter Lorraine and the entire Churchill family, had come to welcome her and was calling her from the platform.
As soon as she got off the carriage, the long-contained explosion of hugs, kisses, and tears was apotheotic. To such an extent that the group became the center of attention of the station and the passengers coming and going.
After the first impression of the meeting, the conversation focused on the passage of time and how it affects everyone, adults and children. Claire and Florence were amazed at how much Aída, Hugh, and Elfrida Churchill had grown, as well as the splendid woman Lorraine Smith had become. For their part, Mrs. Smith and the Churchills continuously praised John and Charlotte while Mrs. Smith complained about how old she felt compared to the other women present.
"And James? And the boys?" —Claire inquired, puzzled by their absence.
"The boys are now at the Elvira on their way to work. These days they are being very busy..." —Mrs. Smith replied, trying to avoid the absence of her husband.
"...but... does James still work? I seem to remember you saying in one of your letters that he had already retired," Claire insisted.
Mrs. Smith, hesitant, looked Claire straight in the eyes and said:
"Yes, dear, my dear James retired more than a year ago. His mind is not what it used to be, sometimes he doesn't even remember his name..." —Mrs. Smith explained as a tear began to roll down her cheek.
Claire's face paled as her friend confessed the real reasons for the vice-consul's absence. Seeing her like this, Mrs. Smith composed herself, wiping her eyes with a handkerchief, and with a forced smile, continued:
"That's life, my dear Claire. I already told you in my letters that he wasn't well due to his circulation problems, but that is more or less well controlled by our dear Dr. Morón. What is incurable is his mental state. The doctor says there is no solution and that we will have to be very patient. The disease is called Alzheimer's, like the German doctor who discovered it a few years ago, and so far not much is known about it. Only that there will be better and worse days, with mood swings, forgetfulness, more or less important oversights, and things like that..."
Conforme el tren disminuía su velocidad y
se adentraba en los andenes de la estación algecireña, Claire, ajena a la
excitación de sus hijos y a la de Florence, estaba cada vez más absorta
observando todo lo que veía a través de la ventanilla del vagón. Hasta que una
voz gritona y aguda la despertó del trance:
― ¡Claire! ¡Claire! —era su querida amiga, Mrs. Smith, quien junto a su hija Lorraine y a los Churchill en pleno, había venido a darle la bienvenida y la llamaba desde el andén.
Nada más bajar del vagón, la explosión,
largamente contenida, de abrazos, besos y lágrimas fue apoteósica. Hasta tal
punto, que el grupo se convirtió en el centro de atención de la estación y de
los pasajeros que iban y venían.
Tras la primera impresión del encuentro, la conversación se centró en el paso del tiempo y en cómo afecta a todos, adultos y niños. Claire y Florence se asombraron de lo mayores que estaban Aída, Hugh y Elfrida Churchill, así como de la mujer tan espléndida en la que se había convertido Lorraine Smith. Por su parte, Mrs. Smith y los Churchill alababan continuamente a John y Charlotte a la vez que Mrs. Smith se quejaba de lo vieja que se veía a sí misma en comparación con las demás mujeres presentes.
―
¿Y James? ¿Y los chicos? —inquirió Claire extrañada por su ausencia.
Los chicos estarán ahora en el Elvira en dirección al trabajo. Estos días están ocupadísimos… —respondió Mrs. Smith intentando eludir la ausencia de su marido.
—…pero… ¿James aún trabaja? Creo recordar
que contabas en alguna de tus cartas que se había jubilado ya —insistía Claire
Mrs. Smith, titubeante, miró fijamente a
los ojos de Claire y dijo:
―Sí, querida, mi querido James se jubiló hace más de un año ya. Su cabeza ya no es la que era, a veces no recuerda ni su nombre… —explicaba Mrs. Smith mientras una lágrima empezaba a recorrerle la mejilla.
El rostro de Claire palidecía conforme su
amiga le confesaba los verdaderos motivos de la ausencia del vicecónsul. Al
verla así, Mrs. Smith se recompuso limpiándose los ojos con un pañuelo y, con
una sonrisa forzada, siguió contando:
―Así es la vida, mi querida
Claire. Ya te conté en mis cartas que no se encontraba bien por sus problemas
de circulación, pero eso más o menos lo tiene bien controlado nuestro querido
doctor Morón. Lo que es incurable es su estado mental. El doctor dice que no
hay solución y que habrá que tener mucha paciencia. La enfermedad se llama
Alzheimer, como el doctor alemán que la descubrió hace pocos años, y hasta
ahora no se sabe mucho sobre ella. Sólo que habrá días mejores y peores, con
cambios de humor, olvidos, despistes más o menos importantes y cosas así…
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