VILLA CLAIRE
El coronel cogió en brazos a su hijo mayor y se dispuso a meterse en el agua, cuando le llegaba a mitad de la pantorrilla, posó a su hijo delicadamente sobre el lecho arenoso. El pequeño John se mantenía erguido, con sus pequeños ojos azules entornados por el fuerte sol de junio y casi conteniendo la respiración por el contoneo que el vaivén de las diminutas olas provocaba en su cuerpecito. Hopkins reía y le hacía gracietas y gestos divertidos que no impedían el rostro de pompa y circunstancia del todavía bebé de dos años intentando disimular con gallardía su miedo al mar.
Claire, sin poder aguantarse la risa, jugaba con la pequeña Charlotte saludando a su hermanito desde la arena, aunque éste estaba más concentrado en mantenerse en pie a pesar de que su padre lo sujetaba con firmeza por sus rollizos bracitos y los niños Smith le rodeaban intentando que participara de sus juegos.
Más tarde tomaron una estupenda merienda a base de sandwiches y limonada y descansaron un tiempo más hasta que las sombras alargadas de la arboleda del Cristina iban cubriendo la estrecha playa del Chorruelo y empezaba a refrescar.



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