LA LLEGADA
Siguieron camino bordeando la costa. El mar estaba muy picado y Hopkins daba gracias a Dios por que los vapores a Algeciras no salieran con ese tiempo. Pensaba que las habría pasado canutas si hubiera tenido que navegar. Durante el trayecto, el tiempo se iba calmando y el sol, tímidamente, se iba abriendo huecos entre las nubes cenicientas. Hopkins disfrutaba del paisaje y de la conversación relajada con sus compañeros cuando llegaron al estrecho puente del río de las Cañas. Siguieron su camino sin novedad hasta llegar a Algeciras atravesando un amplio pinar. Al llegar al casco urbano, pararon en el viceconsulado británico, en frente de unos bonitos jardines1, donde Mr Smith bajó y trajo el equipaje de Hopkins con la ayuda de un empleado consular al que se dirigía familiarmente por sus iniciales, J.J.. Prosiguieron, atravesando la ciudad, hasta el hotel Reina Cristina, donde Hopkins se despidió de Nicolson, que seguiría hasta la estación de ferrocarril para tomar el tren de vuelta a Madrid. Mr Smith quedó con Hopkins en verse al día siguiente para enseñarle la ciudad que le daría cobijo durante una temporada.
El coronel estaba feliz de, por fin, estar en el que sería su hogar durante las próximas semanas o meses. Mientras subía la cuesta de los jardines del hotel, disfrutaba de las increíbles vistas de la bahía y Gibraltar con un cielo que, por fin, comenzaba a despejarse. Al registrarse, el conserje le dio una calurosa bienvenida
1Parque de María Cristina, construído en 1834.
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