EL VIAJE
El coronel se disculpó por su retraso y subió, junto a Croft, al coche de caballos que les llevaría a Lhardy donde tenían reservada mesa para las nueve de la noche.
Al entrar en el restaurante, Hopkins se quedó prendado por el ambiente del local. Era refinado sin llegar a ser cursi y acogedor pero no informal. No se lo esperaba en absoluto. Aunque lo que realmente maravilló a Hopkins era el trato casi familiar que el personal del restaurante daba a Croft. Se notaba que era cliente habitual en la manera en la que le saludaban mientras dejaban las chisteras y el bastón con empuñadura de marfil de Croft.
El coronel se dio cuenta de que el maitre había susurrado algo al oído de Croft justo cuando se sentaban y, cuando el maitre se retiró, después de entregar la carta del menú, Croft le contó lo que Luis, el maitre, le había cotilleado. El Rey Alfonso XIII se encontraba cenando en uno de los reservados acompañado de una joven y famosa cupletista sevillana, una tal Amalia Molina.
Hopkins se quedó perplejo y soltó un “How extraordinary!1” ante la confidencia del maitre.
1¡Qué increíble!
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