LA CAZA DEL ZORRO


Después de un buen tramo siguiendo el rastro, la jauría encontró a un hermoso ejemplar de zorro rojo que huía a toda velocidad campo a través. Los perros no le dieron tregua en todo el recorrido y los jinetes a lomos de sus monturas les siguieron de forma frenética. Tras un largo trecho salpicado de obstáculos en forma de roquedales y arbustos espinosos que los jinetes se veían obligados a rodear, la jauría acorraló a la pobre raposa que se atrincheró en la oquedad de una roca justo al lado de un manantial donde el agua y los cantos rodados en el lecho del arroyo, que serpenteaba por un terreno bastante accidentado y abrupto, hacía muy difícil a los caballos poder aproximarse. Después de un buen rato de tensión, los ladridos incansables de los sabuesos hicieron al zorro salir de su escondite a campo abierto. Fue la perdición del animal. Tras una persecución casi interminable por una llanura, los perros dieron caza al fin al pobre zorro que acabó sus días descuartizado cruelmente entre las fauces de decenas de canes que, en cualquier otra situación, se habrían portado como dulces y apacibles cachorros.


 

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