LA INTERMINABLE BUROCRACIA - THE ENDLESS RED TAPE

 

Although he had not made arrangements for an appointment at the headquarters, the colonel had decided that the most urgent thing was to clarify his situation in His Majesty's Army by asking for his definitive retirement, so he would have to play the necessary keys to start what was expected to be a cumbersome bureaucratic procedure. From Belgrave Square, the car traveled through the main avenues and streets of central London until it reached Horse Guards Avenue, from where the impressive silhouette of the War Office could be seen. All the way Hopkins couldn't help but feel a little dazed by the hustle and bustle of the empire's capital. Suddenly he found himself longing for the placidity and tranquility that was breathed in Algeciras. Now he felt like a foreigner in the city where he had spent most of his life. The carriage stopped dead in front of the front door of the stately building. The colonel got out of it and paid the coachman for the ride that had lasted barely two miles through the bustling London streets, entered the building and identified himself to the soldier on duty at the door as "Colonel Archibald Hopkins" by showing his military ID. The soldier, squaring off militarily, asked what department or office he was going to.

Aunque no había concertado ninguna cita en el cuartel general, el coronel tenía decidido que lo más urgente era clarificar su situación en el ejército de Su Majestad pidiendo el retiro definitivo por lo que debería tocar las teclas necesarias para empezar lo que se preveía como un engorroso procedimiento burocrático. Desde Belgrave Square el coche recorrió las principales avenidas y paseos del centro de Londres hasta llegar a Horse Guards Avenue desde cuyo inicio se podía ver la impresionante silueta del War Office. Durante todo el trayecto Hopkins no pudo evitar sentirse un poco aturdido por el ajetreo de la capital del imperio. De pronto se sorprendió a sí mismo añorando la placidez y tranquilidad que se respiraba en Algeciras. Ahora se sentía como un forastero en la ciudad donde había transcurrido gran parte de su vida. El coche de caballos paró en seco delante de la puerta principal del majestuoso edificio. El coronel bajó del mismo y pagó al cochero la carrera que se había prolongado apenas dos millas por las bulliciosas calles londinenses, entró al edificio identificándose al soldado de guardia en la puerta como “Coronel Archibald Hopkins” mostrando su cédula militar. El soldado, cuadrándose militarmente, le preguntó a qué departamento o despacho se dirigía.