LA LLEGADA

 


Al llegar al puesto de carabineros, los tres caballeros mostraron sus pasaportes diplomáticos. Mientras el guardia volvía dentro del puesto fronterizo con los pasaportes para mostrarlos al jefe de puesto, a Hopkins le llamó la atención las voces de una señora bajita, con cabello gris recogido en un moño y vestida de negro que discutía acaloradamente con uno de los guardias dentro del pequeño cobertizo. A continuación, se sentó en un banco de madera y empezó a comerse una enorme torta de bizcocho. Mr Smith tradujo lo que aquella señora le decía al carabinero y era, nada más y nada menos, que prefería comerse todas las tortas que llevaba consigo hasta reventar antes que dejarlas allí incautadas. El coronel y el embajador estallaron en una gran risotada. Cuando el guardia que había cogido los pasaportes salió de nuevo para devolvérselos a los tres diplomáticos les contó:

– Es doña Antonia, una vieja conocida nuestra. Viene de Los Barrios, se la conoce con el mote de la Perejina y esto de hoy no es novedad para nosotros.

Hopkins se daba cuenta ahora del carácter de los españoles y, especialmente, de las españolas.

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