NAVEGANDO A INGLATERRA
Desde la cubierta, Hopkins disfrutaba desde babor de las hermosas vistas del peñón y de la bahía, cuando advirtió de que a estribor se podía ver Algeciras. Las casas blancas que formaban la población, extendida como una sábana de Norte a Sur, le daban el aspecto de cualquier pueblo blanco andaluz. Sobre todas las construcciones, imperaba el campanario de la Iglesia de la Virgen de la Palma, visible desde cualquier punto. Conforme el barco se adentraba en el Estrecho se iba aproximando más al Sur de Algeciras y se atisbaba la orilla del río de la Miel. Pronto, el hotel Reina Cristina y la arboleda contigua se podían divisar con nitidez. Villa Smith, medio oculta por la vegetación, se adivinaba tras la hilera de casas que daban al paseo de la playa del Chorruelo. Más adelante, el campo de Golf con sus altos eucaliptos, la Punta de San García y la playa de Getares, la Ballenera y, finalmente, el Faro de Punta Europa marcaba el límite meridional de lo que ahora era la nueva ciudad de la familia Hopkins. En frente, al fondo, se alzaban impresionantes las montañas africanas con Ceuta en primer plano prolongándose hacia el Mediterráneo.
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