EL REENCUENTRO
Cuando los caballeros seguían conversando sobre la conferencia y las señoras sobre los niños, llegó la sirvienta con el postre. Era una estupenda tarta inglesa de limón y merengue. Ellas se sirvieron un trozo pequeño y ellos algo más, especialmente Mr Smith, que era muy goloso.
– James, deja algo para los niños – le espetó Mrs Smith. Su marido frunció el ceño y refunfuñó.
Claire de pronto recordó algo que seguro que le haría alegrarse a Mr Smith. Del bolsillo de su falda, sacó una bolsita de tela blanca y dijo a su anfitrión:
– Tenga, Mr Smith, un regalo de Inglaterra. Espero que le guste – mientras alargaba la mano derecha hacia su compañero de mesa. El coronel agarró la mano izquierda de su bella esposa y le guiñó un ojo.
Mr Smith cogió la bolsita con cara de ilusión casi infantil. La abrió y vio que dentro había un puñado de pequeñas bellotas de roble.
– ¡Ah! ¡Qué maravilloso! ¡Ahora mismo las plantaré! – y salió disparado al jardín mientras llamaba a voces a Antonio el jardinero. Los Hopkins y Mrs Smith no podían parar de reír al ver el efecto que habían hecho en Mr Smith unas simples bellotas.
– Muchísimas gracias, hacía mucho tiempo que no veía a James tan contento.
– No hay de qué – respondieron los Hopkins a la vez.
– Yo sabía la ilusión que le hacía plantar un roble inglés en el jardín y en la primera carta que escribí a Claire le pedí que recogiera algunas bellotas de nuestros robles de Stampton Hills1 para plantarlas aquí. Sólo espero que prosperen en este clima que es más templado pero casi tan húmedo como el de Devon.
1La propiedad campestre de la familia Hopkins en Devon.
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