THE TRIUMPH OF DIPLOMACY - EL TRIUNFO DE LA DIPLOMACIA
As soon as they arrived at the hotel, de Bunsen bolted for his room without making his intentions clear to Hopkins. The colonel, with no time to lose, made his way to Villa Smith in search of the vice-consul, whose wise advice had always been of help. Unlike what Hopkins usually would do when entering the Smith residence that is greeting the service personnel and then he would meet his dear Claire, this time he only asked for Mr Smith. Antonio the gardener, who was about to finish trimming the hedge that enclosed the service patio of the house, was the first one to come across with and told him that he had seen his boss enter the house a few minutes before. Upon entering, it was lunchtime and the house was full of the usually busy midday atmosphere. But he wouldn't have to walk far to meet Mr Smith, whom he nearly ran into when he opened the door to his office, where Hopkins knew he used to be in the mornings when he wasn't going down to the Vice-Consulate or going to his office in Gibraltar.
– Ah, you startled me, Archibald! I didn't expect you. Is something wrong?
– Sorry, James, I came looking for you to ask you something urgently.
- Oh! Judging by your face and your words, it has to be something serious already!
– Yes it is, I will not disappoint you. I'm telling you right now,
Nada más llegar al hotel, De Bunsen salió disparado hacia su habitación sin dejar claras sus intenciones a Hopkins. El coronel, sin tiempo que perder, se dirigió rápidamente a Villa Smith en busca del vicecónsul, cuyos sabios consejos le habían sido siempre de ayuda. A diferencia de lo que Hopkins hacía siempre al entrar en la residencia Smith, saludar al personal de servicio con quienes se iba cruzando hasta encontrarse con su querida Claire, esta vez sólo preguntó por Mr Smith. Antonio el jardinero, que estaba terminando de recortar el seto que cerraba el patio de servicio de la casa, fue el primero en cruzarse con él y en decirle que había visto al señor entrar en la casa unos minutos antes. Nada más entrar, era la hora de la comida y en la casa se respiraba el ambiente ajetreado de los mediodías. Pero no tendría que andar mucho para encontrarse con Mr Smith con el que casi se dió de bruces al abrir la puerta de su despacho, donde Hopkins sabía que solía estar en las mañanas que no bajaba al Viceconsulado o iba a su oficina de Gibraltar.
– ¡Ah, vaya susto, Archibald! No te esperaba ¿Pasa algo?
– Perdona, James, venía buscándote para consultarte algo urgentemente.
– ¡Vaya! ¡A juzgar por tu cara y por tus palabras, ya tiene que ser algo grave!
– Sí que lo es, no te voy a engañar. Te cuento sin dilaciones.
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